Una terapia cantada y musical con personajes border que para dejar atrás objetos asisten a este funeral

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“Ya no pensamos en ser seres binarios solamente, avanzamos en un todo que profundiza los vínculos, la relación con la familia, con el amor a uno mismo, con lo social y con lo material”, dice Fernanda Provenzano, autora y directora junto a Nicolás Manasseri de “El funeral de los objetos”, que vuelven el martes 7 de enero al Paseo La Plaza en la quinta temporada de la obra, luego de ofrecer funciones en esa sala este año y tras un exitoso recorrido por el off. Las funciones serán los martes a las 20.30.

Se trata de un “ritual funebrero” para que personajes y público puedan desprenderse de esos objetos y situaciones que no se pueden soltar. Para los autores, “El arte sana, el arte transforma y para nosotros esta obra representa un conjunto de todo ello, la posibilidad de transformar la realidad, de volver a enfrentarnos con esos duelos y apegos desde el humor, lo absurdo y lo musical para que un funeral se transforme en una fiesta de emociones y reflexión a través del teatro”.

Conversamos con la dupla creadora Provenzano-Manasseri, que también integran el elenco que se completa con Eugenia Fernández, Víctor Hugo Araguas, Martina Alonso, Matías Zajic, Rafael Escalante y Daniela Rubiatti.

Periodista: ¿Cómo son estos personajes?

Nicolás Manasseri: Son border, por momentos panicosos, recurrentes, fóbicos y se dan la absurda excusa de concurrir a esta terapia alternativa y alocada luego de haber encontrado un folleto publicitario en el subte. El slogan reza: “Su vida es una miseria. No puede desprenderse de su objeto, deshágase de él. En un mundo en donde lo material se nos impone usamos el lenguaje para comunicarnos pero también nos hacemos incomprensibles ante los otros. No solo tratamos a los objetos como personas sino a las personas como objetos. En estos objetos muchas veces depositamos mandatos, frustraciones, recuerdos, momentos vividos que nos constituyen y forman parte de lo que somos.

Fernanda Provenzano: Son desde el comienzo personajes estallados de la realidad, que si bien generan un grado de identificación muy grande en el público, son algo exacerbados para resaltar ciertos rasgos y generar humor. El sistema capitalista nos impone correr detrás de lo individual y a veces nos olvidamos de quién tenemos al lado. También estamos más despiertos en cuanto a tipo de relaciones, lo vincular también evolucionó a medida que nos reconocemos como individuos más complejos.

P.: ¿Cómo juegan los vínculos actuales signados por la virtualidad?

F.P.: Justamente en lo virtual y en la no presencialidad terminamos conectándonos con el otro a través de un objeto, vemos a la otra persona adentro de una computadora o un teléfono y ese ser termina estando y siendo un objeto en sí mismo. Si bien el avance tecnológico nos ha hecho avanzar rápidamente en todo, socialmente también nos ha generado que cambiemos nuestros vínculos, muchas veces para bien otras para mal.

N.M.: Es difícil pensar a la virtualidad fuera del ámbito de la comunicación y las relaciones mediadas por objetos. Si bien claramente el progreso está del lado de la revolución informática, la web y las redes sociales, ¿qué sería de ellas sin el artefacto? La obra recorre un camino imaginario y simbólico en donde la importancia radica en el afecto que depositamos en un objeto material y obsoleto, sin embargo, no dejamos de notar la identificación del público ya que la innecesariedad del objeto pone en evidencia la contradictoria idea de que ya no sirva para mucho pero que hay algo de él en mi que me hace depender y seguir dotándolo de vida en lugar de tirarlo. La virtualidad le da al objeto la verdadera necesidad de uso, y coloca a estos objetos más en el orden de una herramienta nueva mediada por la tecnología.

P.: ¿Cómo se cuenta la historia en clave de musical? A veces el público huye a los musicales, ¿por qué?

N.P.: A mucha gente no le gustan los musicales pero otros son fans. La música en general logra más fanatismos que el teatro y es mucho más popular. Música consume todo el mundo pero teatro no. Es cierto hay mucha gente que no les gustan los musicales, y tal vez eso sea un incentivo para nosotros, esta es una obra de teatro musical, la base es el teatro sobre la cual la música fue creada y realizada pensando en el hecho escénico.

F.P.: La música viene a contarnos parte de la terapia y a ayudar al relato de los personajes en su desesperación por desprenderse de sus objetos, y en otros instantes irrumpe casi violentamente para romper la escena y relatar lo no dicho, lo que dentro de la terapia aporta el coach con contenido psicoanalítico de la situación planteada, y que esconde cierta oscuridad escénica. El teatro nacional musical creció mucho en este último tiempo y demostró estar lleno de contenido. Es muy complejo de realizar pero deja ver más profesionalismo, desde quienes venimos de la autogestión hasta las grandes productoras. Convivo con la idea de que la fusión entre teatro y teatro musical sea mejor y más profunda; entender que el hecho artístico es un hecho en sí mismo, sin prejuicio de etiquetas, que puede gustar más o menos. El público deja los prejuicios a la hora de ver un musical así que seguimos intentando derribar mitos impuestos de aquellos que creen que no les gustará por ser un musical.

P.: A menudo el musical tiene esa búsqueda explícita de mensaje que lo vuelve solemne.

F.P.: Es una pena cuando las obras caen en la solemnidad, tal vez se peca de buscar mensajes que en el fondo no nos representan demasiado y a su vez se pierde de vista al espectador. Si hacemos teatro solo para sacarnos las ganas es probable que nuestro mensaje sea un poco más acotado y todo sea efímero.

N.M.: No es incompatible la idea de la espectacularidad con la profundidad. Creo que en la maquinaria comercial se debería apostar más a los autores argentinos que hablan de problemáticas nuestras, esa será una buena manera de independizarnos de formatos alejados, soltar lo acartonado, la perfección y lo ajeno o historias ya contadas que nos llevan a un teatro más formal y solemne.

P.: ¿Cómo vivieron el salto del off al on?

F.P.: Obviamente el circuito comercial es una gran pantalla, la vidriera se ensancha y la visibilidad de lo que queremos expresar también va a ser mayor. Tras dos años de funciones ininterrumpidas en el teatro independiente, la obra sola fue llegando hacia este lugar, sin empujarla, sin presionar para que pase. El proceso fue muy acorde a lo que la obra fue pidiendo y a lo que genera para sostenerse, más allá de todo lo que nosotros la cuidamos. En el independiente pudimos sostenerla gracias a las repercusiones y devoluciones, el famoso boca en boca funcionó, igual en el comercial.

N.M.: Si bien realizamos algunas mejoras en la escenografía cuando pasamos a un teatro más grande, el nivel de producción siempre estuvo a la altura del teatro comercial. El teatro musical es de alto costo de realización porque hay instrumentos en vivo, micrófonos inalámbricos, gran despliegue escenográfico y de vestuario, pero ahora contaremos con un escenario que es un lujo, llegaremos a un público diferente y más acostumbrado a los espectáculos a la calle Corrientes. Estar ahí es una ventana publicitaria enorme.

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