El planeta se destruye, y nadie parece querer remediarlo

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Frente a terribles temporales, olas de calor, tsunamis, nevadas, sequías, inundaciones, ¿por qué no queremos salvar el mundo? se pregunta Federico Merke y responde revelando aspectos que aclaran este hechopreocupante. ¿Si la crisis climática es evidente, por qué los países hacen poco y nada para mitigar los daños que se están produciendo?

Federico Merke en “¿Por qué no queremos salvar el mundo?” (Siglo Veintiuno), da respuesta y abre interrogantes a este tema acuciante. Merke es profesor de Relaciones Internacionales y de la maestría de Política y Economía Internacionales en la Universidad de San Andrés. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué piensa de novelas, películas y series que muestran una distopía causada por el cambio climático?

Federico Merke: Hay películas de ciencia ficción con mucha creatividad y otras que parten de supuestos científicos de la condición del presente. “El ministerio del futuro”, novela de Kim Stanley Robinson, publicada hace 15 años, imagina que el cambio climático se volvió intolerable y hay que reaccionar ante a eso. “Lo que imaginé que podía ocurrir, está sucediendo” dijo Robinson, y no es un activista de la transición energética. “Extrapolaciones”, serie creada por Scott Z. Burns, muestra en sus capítulos los efectos del cambio climático a lo largo del tiempo, no solo en los ecosistemas sino también en nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras relaciones. Está basada en informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático. La preocupación cierta por lo que estamos viviendo, muchos la adelantaron hace 15 o 20 años.

P.: ¿Por qué el cambio climático es la negación de la política tal como la conocemos?

F-M.: Porque la política, en particular la política democrática, tiene dos grandes limitaciones. Una, los líderes en una democracia gobiernan para su pueblo y el cambio climático es un problema global. La democracia queda corta, como sistema político, porque la preocupación de un presidente es el bienestar de su población, no del planeta. Otra limitación: la política está anclada en el corto plazo, en los ciclos electorales, y esos ciclos cortos lo que demandan son éxitos visibles, y en la acción climática es muy difícil de establecer un éxito en poco tiempo. Se trata de cómo apostamos a vivir en el futuro, algo muy antinatural para la lógica de la política.

P.: ¿Hay conflicto entre desarrollo capitalista e intervención en el cambio climático?

F.M.: Es algo que le cuesta asumir a muchos liberales. Es lo que se conoce como fallas de mercado, porque el capitalismo genera una externalidad negativa, emisiones de carbono, pero no genera el incentivo para encarar ese problema. La solución de los economistas ha sido poner un impuesto a la emisión de carbono para internalizar ese daño que provoca la actividad económica. Eso se ha hecho, ha sido necesario, pero no suficiente. Y en términos democráticos es un costo más al votante. Y no es una solución que caiga bien a la población. Recordemos la experiencia de los Chalecos Amarillos. Subir un impuesto al combustible generó reacciones en trabajadores del transporte y del campo.

P.: ¿Cuáles son los principales problemas del cambio climático?

F.M.: El aumento de la temperatura. La meta del Acuerdo de París es evitar el aumento del uno y medio o dos grados. Luego está la degradación de nuestro capital natural. La pérdida de biodiversidad, flora y fauna. La deforestación tiene que ver con la biodiversidad, pero también con soltar a la atmósfera emisiones de carbono. La acidificación de los océanos, que está alterando componentes y matando vidas. Lo que más está en los medios es el aumento de la temperatura que genera alteraciones en el clima, tormentas o sequías, exceso o falta de agua, inundaciones o desertificaciones. Y esto es esencialmente económico porque, por caso, altera patrones agrícolas. Se están haciendo vinos y champanes en el sur de Inglaterra, que hace 5 años no se producían. Y en Italia y Francia empeoraron las condiciones para hacerlos. El impacto del cambio climático es sobre la economía, el planeta y las personas.

P.: ¿Cuáles son las posiciones sobre lo que está sucediendo con el clima?

F.M.: Distintas. El consenso más amplio dice que el cambio climático llegó para quedarse. Es un fenómeno provocado por la actividad humana. Todo el planeta debería colaborar en reducir las emisiones y adaptarse a un clima que ya cambió. La mayoría de los expertos, y los políticos, coinciden en esta descripción. Los muy pesimistas creen que es muy poco lo que se pueda hacer, que debía haberse hecho hace décadas y hacer una transición es inviable económicamente. Hay que adaptarse a las circunstancias y esperar que haya mejores condiciones. Son los más apocalípticos. Están los que niegan el cambio climático como fenómeno científicamente comprobable. Están quienes, como nuestro presidente, dicen que el cambio climático no ocurre por la acción humana, sino que obedece a ciclos más o menos naturales del planeta, y por lo tanto no tenemos mucho por hacer, lo que ocurre no es culpa de la humanidad. Esto no impide que se tengan que hacer políticas de adaptación.

P.: ¿En qué debemos adaptarnos?

F.M.: Si aceptamos que el clima cambió, debemos ver cómo nos adaptamos a un planeta más caliente. Cómo generamos más sombra, mejores espacios de trabajo. Cómo reforzamos las estructuras edilicias, protegemos las casas que están en la costa que van a experimentar un aumento del nivel del mar. Cómo nos cubrimos económicamente de las sequías. La sequía de años atrás en Argentina se llevó un poco más de un punto del PBI. Se puede creer que no es producto de la acción humana, pero tiene efectos concretos sobre las personas y la economía del planeta. La mayoría de los líderes y expertos consideran que el cambio climático es causado por la acción humana, y que aún tenemos tiempo de revertirlo o de evitar peores daños.

P.: ¿Por qué no queremos salvar el mundo?

F.M.: Si preguntamos a la gente si quiere salvar el mundo o si quiere que siga más o menos como está, va a decir que sí. El problema es que además de salvar el mundo tenemos otras tareas, crecer, desarrollarnos, depender menos de China o Rusia, y estamos tomando otras decisiones que están postergando salvar el planeta, marginando una solución que debiera ser global.

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